Carta de Rodolfo Corazón

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Mi nombre es Rodolfo Corazón, soy un perrito, y aunque ya no estoy aquí, esta es mi voz, la voz que me han prestado todos aquellos que sintieron algo por mi desafortunada muerte.

Dicho suceso ocurrió la noche del 10 de Abril del presente año, alrededor de las 8:30 pm en la ciudad de Los Mochis, Sinaloa.

Fui sorprendido mientras disfrutaba del alimento que generosamente me brindaban mis vecinos y amigos de la zona. A mí me gustaba pasear libremente, jugar con las personas, recorrer el mundo sin preocupaciones; jamás imaginé que este tipo de cosas pudieran suceder.

Indefenso, mi cuerpo fue cortado por un hacha, y mi sangre se derramó sobre el pavimento de aquel lugar que llamaba ‘mi hogar’.

Antes de que pudiera saber lo que pasaba, me desangraba en una esquina ante la mirada atónita de todos los presentes.

Mi verdugo huyó tranquilamente, habiendo acabado con mi existencia. Nadie pudo hacer nada, y yo lo entiendo.

Agradezco a quienes se indignaron, a quienes se soltaron en llanto, a quienes el corazón pareció salírseles de un brinco.

Agradezco a mi comunidad, que me cuidó y me alimentó mientras estuve en este mundo, nada pudo hacerse en ese momento, pero es necesario que sepan que aún hay mucho que puede hacerse.

Quizá mi muerte no pudo ser evitada, pero al igual que yo, hay miles de animales que sufren de maltrato, y que en muchas ocasiones llegan a sufrir las últimas consecuencias.

Algunos de ellos, como yo, ni siquiera tenemos un hogar, vagamos por las calles, hambrientos y con frío, buscando desesperadamente algún refugio, y sobrevivimos gracias a la amabilidad de las personas.

Lamentablemente el maltrato animal es un acto cruel arraigado a la cultura mexicana, y hasta ahora poco se ha hecho al respecto. Yo espero que las cosas cambien, que mi muerte no sea en vano.

Que la justicia sobre el maltrato animal sea una realidad, que humanos y animales podamos vivir en armonía como compañeros y hermanos de vida.

Que la vida sea valorada sin importar su condición.

En cuanto a mi agresor, pienso que hay que observarlo con atención, debemos comprender que quizá sea un ser frustrado, incomprendido, alguien que por alguna razón odia la vida; yo sin embargo, lo perdono, no lo culpo porque comprendo que la violencia es un mal social que nos corroe, y del cual, lamentablemente yo fui una víctima más.

Lo que me preocupa es que mi verdugo pretenda ser una persona normal, y que haya más personas como él, quizá a su alrededor, jactándose de la violencia y el homicidio, vanagloriándose de la crueldad cometida sobre un ser indefenso.

Este es un acto bestial revestido de normalidad cotidiana. Ese hombre, como muchos otros, camina entre nosotros, disfrazado de nosotros, cuando en sus entrañas hierve un fiero deseo de matarnos, de acabarnos, como animales, como niños, como mujeres y hombres. De acabar con la vida por un deseo egoísta que no es más que la manifestación externa del propio odio que sienten por sí mismos.

Individuos así han de ser identificados, señalados, expuestos, para que no puedan seguir formando parte de nuestra sociedad, cometiendo actos que atentan contra nuestra armonía social.

Amamos, como seres vivos, y ustedes hermanos, me dieron la posibilidad de amar, y por eso los amo. No dejemos que ese amor se apague, sino que sea la fuerza que finalmente traiga justicia y protección para todos los animales del mundo.

Que la sangre derramada solo nos vuelva más sensibles, que no nos callen el miedo ni la violencia, somos más nosotros, somos UNO y ahora yo, Rodolfo Corazón vivo en ustedes y en todas sus luchas, por traer paz y justicia a nuestra sociedad.

Que se levanten las voces hasta que todos puedan oírlas! ¡Estamos aquí, protestamos porque nuestras causas son reales, porque nuestros ideales moldearán el mañana y traerán un mejor amanecer para todos los seres vivos!


Ahora, ¿Qué debemos hacer?

Protestar, hacer que nuestras voces sean escuchadas, hasta que no quede rincón en el cual sea posible esconderse de nuestras demandas.

Debemos exigir leyes más rígidas contra el maltrato y el homicidio animal, debemos exigir que la vida de un animal sea tratada con la misma importancia que la vida de un ser humano.

Protestemos hasta que seamos escuchados, convirtámonos en guardianes de la vida, estructuremos una sociedad en la que todos podamos vivir en paz, una sociedad sin ningún tipo de crueldad, una sociedad consciente que viva guiada por una cultura basada en el amor y el respeto.

Nosotros tenemos el poder, siempre y cuando permanezcamos unidos.

La autoría de esta carta pertenece a un ciudadano anónimo que vio crecer a Rodolfo, que llego a quererlo como un amigo, y a quien hoy le ha sido arrebatada de la manera más sádica y absurda, esa invaluable amistad.

No diré mi nombre, no tiene caso, basta con saber que sentí lo suficiente a Rodolfo como para saber que esto es lo que el diría, lo que sé que había en sus miradas, porque yo lo conocí, porque lo que habla aquí es el sentimiento que él despertó en mí.

Descansa en paz Rodolfo, amigo, habrá justicia para ti. Hasta pronto pequeño.